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Cierta vez en Paumanok ... Sea Drift : música de Frederick Delius y letra de Walt Whitman




Frederick Delius – Sea Drift (1903-04)
Música sobre un poema de Walt Whitman


Out of the cradle endlessly rocking 
De la cuna que se mece eternamente.


Los poemas de poeta norteamericano Walt Whitman, son una de las fuentes literarias de la obra vocal de Delius compositor de primer rango a veces olvidado. En ese estilo impresionista inglés de fluidez del discurso musical que presenta una construcción meticulosa y bien elaborada. El completo dominio de una orquestación colorida y cambiante, pero siempre suave y perfectamente terminada.

Sea Drift es un poema cantado, compuesta para barítono, coro y orquesta. Una de las más bellas, poderosas y sugerentes de sus obras vocales que toma el amplio aliento poético del poema en él que se inspira : Out of the cradle endlessly - De la cuna que se mece eternamente.

El poema, es uno de los más apreciados y citados de la obra de Walt Whitman y pertenece a su antología poética: Leaves of Grass - Hojas de Hierba; una colección que el propio Whitman editó y revisó de forma continua a lo largo de toda su vida, hasta su muerte en 1892.

De la cuna que se mece eternamente, se encuentra en el cuarto volumen de esa colección y lleva por título Sea Drift. Algo así como Impulso Marino, Corrientes Marinas. Cantos de dolor y de amor sobre el mar, brisas y vientos marinos. Soles brillantes, lunas bajas y estrellas nacientes .... todo un mundo mágico evocado en los colores y la música de Delius.

Bajo la influencia del trascendentalismo romántico de su compatriota estadounidense Ralph Waldo Emerson, Whitman,  rompe con la tradición poética europea cantora del espíritu; la poesía de Whitman elogia también la naturaleza y el papel del individuo humano en ella. Sin embargo no disminuye el papel de la mente o del espíritu sino que eleva la forma y la mente humana considerando ambas algo digno de alabanza poética.

No es de extrañar que el poema, De la Cuna que se mece eternamente, atrapara poderosamente la atención de Delius por la extraordinaria intensidad lírica que reviste, partiendo de una anécdota simbólica.


En este largo poema que Delius extractó en 1903 , el narrador, el propio Whitman cuenta la historia de un niño que vive en Paumanok, en Long Island, ciudad natal del poeta (1819) 

Whitman  recuerda en estos versos como llegan hasta sus playas una pareja de pájaros, y como un día faltó la hembra y como su compañero cantó de dolor durante días enteros, iniciando al niño que lo escuchaba en el dolor de la vida. 

Es un poema sobre una experiencia personal, llena de ternura que, según admite el poeta, le hizo descubrir su propia voz interna, voz que jamás se separaría desde ese día de la soledad y la muerte que acechan.

La voz interna de Whitman en estos versos, casi al final del poema:


Oh, tu cantor solitario que cantas para ti pero me alcanzas;
Oh solitario de mi que oigo, nunca dejaré de perpetuarte;
Nunca más escaparé, nunca más los ecos,
Nunca más los gritos del amor insatisfecho estarán ausentes de mi.
Nunca más permitas que sea el pacífico niño que era antes de aquella noche,
Junto al mar, bajo la amarilla y colgante luna.
Allí cobraron conciencia en el mensajero, el fuego, el dulce infierno interior,
El deseo conocido, mi destino.






El día,
Musitó la grave y deliciosa palabra muerte
Y de nuevo, muerte, muerte, muerte, muerte,
Con un siseo melodioso, que no era el del pájaro ni el de mi
Turbado corazón de niño,
Sino que se me acercaba como para hacerme alguna
Confidencia, y susurraba a mi pies,
Y luego se me encaramaba a los oídos, y me bañaba todo,
Suavemente,
Muerte, Muerte, Muerte, Muerte, Muerte 

Frederick Delius no pone música ni a los versos finales , ni a los iniciales del poema, sino que acude a todo el tramo central , al canto de dolor del ave que traduce como el poema requiere, con una concentración musical, sin exageración y sin obviar el marco de idilio: el mar, la naturaleza , las estrellas en la noche , la voz de la olas y la belleza del canto del dolor del pájaro solitario, aparecen reflejadas fielmente en la música. 


Delius - Sea Drift, after Walt Whitman
Baritone: Bryn Terfel
Chorus-masters: Neville Creed, Graham Caldbeck, David Hill
Conductor: Richard Hickox
Waynflete Singers
Southern Voices
Bounemouth Symphony Chorus
Bournemouth Symphony Orchestra






Estos son los versos del poema a los que Delius acompaña con su música. Después de una breve introducción orquestal, entra el coro y el luego el barítono que narran la historia. Ambos se alternan y se mezclan en la narración del niño y en el canto de dolor del ave.


Cierta vez en Paumanok, 
Cuando el perfume de los lirios estaba en el aire y crecía la hierba de mayo, 
En estas costas, junto con algunas rosas silvestres,
Dos visitantes emplumados provenientes de Alabama, los dos juntos,
Y el nido de ambos, y cuatro huevos verde claro moteados de pardo,
Y cada día el macho iba y venia, sin alejarse,
Y cada día la hembra, acuclillada en su nido, silenciosa con ojos brillantes,
Y cada día, yo, niño curioso, sin acercarme nunca demasiado, sin perturbarles nunca,
Cauteloso atisbaba, absorto, buscando traducir.


¡Brilla! ¡Brilla! ¡Brilla!
¡Derrama tu calor, gran sol!
Que nos entibia a los dos juntos.


¡Los dos juntos!
Los vientos pueden soplar del sur o soplar del norte;
El día puede llegar blanco, o la noche negra;
El hogar, o los ríos y montañas desde el hogar,
Cantan siempre, sin importarles el tiempo,
Mientras nosotros continuamos juntos.


Hasta que de pronto,
Asesinada, sin que quizás su compañero lo supiese,
Una mañana la hembra no se instaló en su nido,
Ni volvió aquella tarde ni la siguiente,
Nunca apareció de nuevo.


Y desde entonces, durante todo el estío, en medio de los sonidos del mar,
Y en la noche, bajo la luna llena y el tiempo sereno,
Sobre la ronca voz del mar,
O yendo de rosal silvestre en rosal silvestre durante el día,
Vi, oí a intervalos, al que quedaba, al macho,
Solitario visitante de Alabama.


¡Soplad! ¡Soplad! ¡Soplad!
Soplad, vientos marinos, a lo largo de las orillas del Paumanok;
Espero y espero, hasta que impulséis hacia mí a mi compañera.


Sí, cuando relucían las estrellas,
La noche entera, en la punta de una estaca festoneada de musgo,
Allí casi en el medio de las olas que rompían,
cantaba el solitario maravilloso, arrancando lágrimas.

Llamaba a su compañera,
Expresando lo que yo, solo entre todos los hombres puedo saber.


Sí, hermano mío, lo sé.
Tal vez no los demás; pero yo he atesorado cada nota,
Pues más de una vez, deslizándome entre las sombras hasta la playa,
Silencioso, evitando los rayos de la luna, confundiendome con las sombras,
Recordando las sombras oscuras, los ecos, los sonidos y las cosas por sus débiles apariencias,
Extendiendo incansable los blancos brazos en las grietas,
Yo, descalzo, un niño con los cabellos revueltos por el viento,
Escuché mucho, mucho tiempo.


Escuché para retener, para cantar las notas que ahora traduzco,
Presta atención, hermano mío.


¡Consuela! ¡Consuela! ¡Consuela!
La ola consuela a la ola que le sigue;
Y luego otra que sigue la abraza y se juntan con las otras, todas juntas;
Pero mi amor no me consuela, a mí no me consuela.


Baja se ve la luna. Tarde ha salido.
Está lánguida. Oh, creo que esta grávida de amor, de amor.


Oh, locamente el mar empuja sobre la costa,
Con amor, con amor.


¡Oh, noche! ¿No estoy viendo a mi amor revolotear allí, entre las rompientes?
¿Que es aquella manchita negra que veo allí, en medio de la blancura?


¡Con fuerza! ¡Con fuerza! ¡Con fuerza!
¡Con fuerza te llamo, amor mío!

Alto y claro arrojo mi voz sobre las olas.
Estoy seguro, ya sabes quién está aquí, quién está aquí;
Estoy seguro, sabes quien soy, amor mío.


¡Luna baja!
¿Qué es esa mancha oscura en tu pardo amarillento?
¡Oh, es la silueta, la silueta de mi compañera!
Oh, luna no la retengas más lejos de mi.


¡Tierra! ¡Tierra! ¡Oh, tierra!
Donde quiera que vuelva la mirada, oh, creo que podrías devolverme a mi compañera si quisieras, 
Pues estoy casi seguro  de verla vagamente por donde quiera que miro.


¡Oh, estrellas nacientes!
Tal vez aquella a la que tanto quiero se elevará, se elevará con alguna de vosotras.


¡Oh, garganta! ¡Oh, temblorosa garganta! 
¡Resuena con mayor claridad por la atmósfera! 
Horada los bosques, la tierra; 
En alguna parte; alguien que busca oírte, ha de ser la que amo.


¡Entonad cánticos!
¡Aquí, en la soledad, los cánticos de la noche!
¡Cánticos del amor solitario y desolado! ¡Cantos de muerte!
¡Cánticos bajo esta luna perezosa, amarilla, menguante!
¡Oh, bajo esta luna donde se desmaya para caer casi en la mar!
Oh, cánticos impetuosos, desoladores.


¡Pero despacio! ¡Húndete en la profundidad!
¡Despacio! Déjame al menos murmurar
Y espera un instante, mar de ronca voz;
Que en alguna parte creo haber oído a mi compañera responderme
Con tan leve acento, que debo permanecer inmóvil, inmóvil para escuchar;
Pero no del todo inmóvil, pues en tal caso podría no venir de inmediato hacia mí.


¡Aquí, amor mío!
¡Aquí estoy! ¡Aquí!
Con esta nota apenas sostenida me anuncio a ti; 
Esta suave llamada es para ti amor mío, para ti.


Que no te lleven engañosamente hacia otra parte;
Ese es el silbar del viento, no es mi voz;
Ese es el aleteo, el revoloteo de la espuma;
Esas son las sombras de las hojas.


¡Oh penumbras! ¡Oh, en vano!
Oh, me siento muy enfermo y apesadumbrado.

¡Oh, halo parduzco en el cielo, cercano a la luna, inclinado sobre el mar!
¡Oh, confuso reflejo en el mar!
¡Oh, garganta! ¡Oh, corazón palpitante!
Y yo, que canto inútilmente, inútilmente toda la noche.


¡Oh pasado! ¡Oh, vida feliz! ¡Oh, cantos de alegría!
En el aire, sobre los bosques, sobre los campos, 
¡Amada! ¡Amada! ¡Amada! ¡Amada! ¡Amada!
¡Pero mi compañera nunca más, nunca más estará conmigo!
¡No estaremos juntos nunca más!

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